jueves, 16 de abril de 2009

Decepción

Una de las cosas que soñaba poder hacer de pequeña era poder mover objetos sin tocarlos, sin tener contacto físico con ellos. Debo admitir que esos sueños no se han ido, aunque el tiempo presente no viene al caso.
Era de tarde, porque la luz que se filtraba en las ventanas era la de las cuatro de la tarde, más o menos. No recuerdo mi edad exacta, aunque supongo que tendría unos diez años. Estaba tomando una ducha, exagerando en el tiempo de estar ahí, por la agradable sensación de sentir el agua cubriéndome, mientras jugaba con mi imaginación, como siempre.
Recuerdo que era época de carnaval, así que llevé a la ducha una bomba roja, para jugar con ella. La pequeña bomba estaba inflada con aire, a medias, era una pequeña bolita.
Jugaba, lanzando la bomba hacia arriba sin dejar que caiga, hasta que, inevitablemente, se cayó.
Me agaché para recogerla, estiré la mano, pero en vez de coger la bomba con los dedos, como normalmente se hace, sin querer resbalé un poco y topé el objeto con la palma de mi mano. Cuando alcé la mano, la bomba de carnaval estaba pegada a mi palma sin nada que la estuviera sosteniendo. Me sentí mágica.
En un segundo sentí emoción, miedo, y alegría, consecutivamente. Luego, sin levantarme de mi posición: hincada casi al ras del piso, intenté que el pequeño fenómeno volviera a ocurrir. Dejaba el objeto en le suelo y, con mi palma, sin tocarlo para nada, intentaba que se uniera a mi mano y se quedara ahí. Muchas veces fallé y la bomba caía sin poder romper su dependencia a la gravedad, pero otras cuantas lo lograba, la bomba se pegaba a mi palma y se mantenía ahí. Si no pasaba eso, yo movía mi palma lentamente de un lado para el otro, y la bomba seguía este curso como unida por la energía. Cada nuevo logro hacía que un calor se formara en el centro de mi mano, fuerte, y más fuerte cada vez,
Estaba tan concentrada en mis juegos que la única forma de salir de la ducha fue un grito un poco molesto de mi ma, diciendo que ya había pasado mucho tiempo. No quería hacerle caso, pero la piel arrugada de mis dedos me avisó que en realidad ya había pasado el tiempo.
Salí corriendo, me vestí y me peiné tan rápido que parecieron actos inconscientes. Sentado en mi cama, con la bomba frente a mí, estaba dispuesta a no moverme hasta lograr que volara. Pero luego de tiempo e intentos fallidos, no pasó nada.
En este nuevo sitio, la bomba ya no le hacía caso a mi mano. Movía la palma encima de ella pero la bomba seguía estable. La cogía con mis dedos y la ubica en la palma, daba la vuelta, y se caía. No se movía, no se producía ese calor en mis manos, nada, nada, ya nada de magia.
Mi único e ilógico consuelo fue que la ducha era mi sitio específico para hacer magia. Cuando me cansé de intentarlo y mi ánimo decayó lo suficiente para no seguir, comencé a pensar. Y luego de un tiempo la razón me explicó lo que había pasado: Había sido el agua en mis manos la que había hecho que la bomba no se cayera cuando estaba pegada a mi palma. No había hacho magia.
Esa fue una gran decepción, claro, luego pensé más y no encontré razón para el calor o para el hecho de que la bomba siguiera a mi mano sin tocarla, pero en ese momento lo único que entendí fue que el agua y la bomba habían sido las causantes de esa fuerza que según yo, salió de mi mente.

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