jueves, 12 de marzo de 2009

Siete cosas que casi nadie sabe de mí!

La verdad es que esa canción que canto frecuentemente no es de un artista en especial, sino de una película, una película de Diney. Y, aunque yo siempre estoy dispuesta a contarlo, muy poca gente sabe que me encanta "Pocahontas",  que la he visto decenas de veces (sin exagerar), y que gran parte de mi tiempo libre paso cantando una canción de las que salen ahí.
Y así como mis gustos en películas son variados, en cuanto a comida soy exactamente igual. Sí, me considero una persona con buen apetito y que come con gusto casi todo... menos el desayuno. Abrir los ojos en la mañana y descubrir que tengo hambre me lleva a un gran dilema. Es que no me gusta la leche, no me gusta el queso, no me gusta el pan; cosas que son casi indispensable en la comida matutina. Entre semana el problema se resuelve con un batido y ya. Los fines de semana opto por tomar la leche sin respirar, ¡o mejor comer pan con salsa de tomate!, algo que, según mi ma, no es tan rico como yo lo pinto.
Mi mejor amiga y yo compartimos muchas cosas en común. Tanto es el parecido, que compartimos un ex novio, que coincidencialmente fue mi primer novio y su primer novio. Cuando mis compañeras supieron eso se asombraron de que no nos hubiesemos peleado, pero la amistad está sobre todo.
¡Me fascinan  las pulseras!... Si buscan un detalle que me guste, las pulseras son la mejor opción. Tengo en mi habitación una maletita pequeña llena de pulseras. Pulseras que fueron regalos, recuerdos, cosas que para mí tienen un gran significado, cada una con su historia y su huella imborrable.
Lo que casi todo el mundo sabe es que sueño con ser escritora, pero esto que es un deseo en el presente, en mi niñez se mostraba como una manía sin sentido. Antes de  eso, sólo sabía que me encantaban las libretas. Compraba libretas casi a diario, sin saber por qué, y sólo me imaginaba que las llenaba con mis escritos. Para esos momentos lo único que lograba poner en las libretas eran rayas continuas que daban la impreión de texto, pero a partir de los once empecé a tratar de escribir cosas coherentes, ¡o por lo menos palabras!. El punto es que esa manía de comprar libretas no se me ha quitado, pero hoy las uso para mis escritos, para frases y pensamientos que me impactan, para la "u", etc. 
Soy una persona que cree en la magia fielmente. Esa magia real de energías, pensamientos y acciones que puede cambiar una lágrima por una sonrisa, o un sueño en una hermosa realidad. Auqnue, he de admitir, también me parecen entretenidos los trucos de ilusionismo. Uno de ellos, aunque se ha demostrado que si se puede lograr sin que sea un truco, es el poder mover objetos con la mente, la telequinesia, y eso es algo que en realidad quisiera poder hacer. 
Como toda la gente tengo miedos y debilidades. Tengo miedos normales, y por normales quiero decir que son comunes a todos, más no que sean fáciles de superar, como la muerte de mis seres Amados, el no cumplir mis metas y hacer que mi existencia pase sin aprovechar el tiempo. Pero también tengo miedos chistosos como el miedo que les tengo a las arañas y mis nervios cuando veo "The ring".



jueves, 5 de marzo de 2009

Foto Historia

El campo me asusta.
Aunque ya he venido antes para lo mismo, los recuerdos hacen que cada paso me dé más temor. La señora que va delante mío no se me hace conocida, aunque estoy segura de que las últimas dos veces ya conocía a los que se hacían presentes en el ritual.
Las cámaras fotográficas me asustan.
Es mi turno para el ritual de las velas, y aunque mi madre y mi abuela dicen que es la mejor solución para la diabetes, sigo creyendo que en medio proceso voy a levantarme y salir corriendo.
El dirigente, el mismo desde hace cuatro años, no ha cambiado mucho. Sigue teniendo ojos claros y cansados, tez canela, cuerpo flaco y una sonrisa sincera. Está parado justo frente a mí, me mira durante unos segundos, como si leyera la gran inseguridad que recorre mi cuerpo en estos momentos. Justo ahí, me regala una sonrisa que, como siempre, tiene un efecto tranquilizador en mí.
Camino despacio por las piedras mojadas que son el suelo, sin prestar atención a todos los pares de ojos que me observan. ¡Aún estoy nerviosa! No creo en estos rituales ¡y tampoco quiero ser parte de ellos!, pero la fuerza que ejerce mi familia en mí me ha hecho llegar hasta este sitio.
Mientras me recuesto, el dirigente dice las oraciones ritualísticas. Me lanza agua helada, agua que en vez de relajarme tensa más mis sentidos. Luego, el hombre deja de hablar y se acerca, con velas en sus manos. Lentamente, coloca una en mi boca para que la sostenga ahí. Dos, tres... cinco.... y luego de abrir mi boca como nunca lo he hecho dejo de pensar y estoy dispuesta a desmayarme.




Aunque ya pasaron dos semanas, mi boca aún está lastimada por el esfuerzo en aquel ritual. Lo único que quiero es olvidarme pronto de esa sensación de vómito causado por la cera en mi lengua.
Abro la puerta de mi departamento en busca del períodico matutino que está en el suelo.
¡Rayos! Al parecer ni siquiera el diario quiere que me olvide de ese día: la primera página muestra una foto mía, con las peores fachas. La foto había sido tomada en el momento en que estuve a punto de desmayarme, pues esa imagen era la de una mujer sin vida, con la boca llena de velas, recostada en una piedra que resalta por las hierbas de selva que le rodean, con el cabello y la cara mojados. La noticia que le sigue habla de rituales extraños.


Entro a mi departamento y mientras tomo una taza de café lucho una y otra vez por quitar de mis memorias el dolor de la boca abierta a causa de muchas velas.

Descripción: "La madre del mundo"


Este cuadro es del artista Nicolas Roerich.
La primera vez que vi esta pintura me quedé observándola por largo rato. Tenía 12 años, estaba ayudándole a mi papi a hacer una exposición sobre el autor, y me impresionó mucho cuando la vi.

Había una caja grande con algunos cuadros originales. Mi pa y sus compañeros de trabajo revisaban que todo esté en orden Entre uno de los últimos cuadros estaba este que ahora es mi cuadro favorito. Lo que atrajo mi vista desde el principio fue el color azul dominante. Me pareció hermoso desde el principio, con la mezcla de tonos. Tenía en el centro la imagen de una mujer con vestidura blanca, en medio de un paisaje nocturno, sentada en una roca que estaba en un lago. En su extremo hay montañas, que parecen ser muy pequeñas en comparación con la mujer imponente, y ahí, entre las siluetas de las montañas, tres personas observando a la madre del mundo.

En los pliegues del vestido de la mujer hay figuras y símbolos místicos. En el lago hay peces que parecen estar hechos de luz fluorescente. El cielo está lleno de estrellas y formas que muestran el universo, los colores te dan sensación de profundidad, de grandeza. La madre del mundo tiene cubierto medio rostro por la misma tela de sus ropajes, se ve sólo su boca y su mentón.

Trás la mujer hay un fondo azul, y un símbolo de tres círculos unidos, el símbolo mundial de la paz, resaltando con la misma textura de fluorescencia que los peces y símoblos de la parte de abajo.

El conjunto de imágenes que forman el cuadro se quedaron plasmadas en mi mente: los símbolos, la gran metáfora de la figura femenina como madre del mundo, la armonía en que parece estar todo, la manera en que los tres personas miran a un ser súblime, que más que ser una mujer represente un ser que ayuda a que se mantenga la armonía del universo.