jueves, 7 de mayo de 2009

"Jamás" (cuento final)

- ¿Falta muhco para llegar?- Me preguntó Sam. Él era una de las pocas personas que no me sacaban de quicio por su impaciencia.
- Ya falta poco, tranquilo. El bus ya mismo se detiene.
Yo estaba feliz, completamente perdida en las montañas y el cielo, que a través de la ventana del bus se veían como un cuadro hermoso, inspirador. Podría describirlo como una gama de verdes, complementados con el azul, el blanco y las pequeñas partes de café de las zonas llenas de tierra.
Sí, yo los describía así, pero me gustaba más la descripción que Sam me había dado: "Mmm... Predomina el cítrico, de eso no hay duda; también siento un olor frío, debe ser el cielo, y hay tierra, sí, el color arenoso me pica la nariz".

Mi amigo Sam era ciego, pero podía oler los colores.

Cuando el bus se detuvo, Sam saltó se su asiento, estiró los brazos para caminar seguro, y bajó del bus. Yo salí presurosa trás de él, pero la gente de los otros asientos se interpuso entre ambos. Cuando salí, el aire frío de la mañana refrescó mi cuerpo. Sam estaba a un metro de distancia, esperándome.
- ¿por qué te tardaste en bajar?
Olí varios efluvios de la gente, pero no el tuyo, creí que me había perdido.
- Eso sonó asqueroso ¿Sabes?. Además, eso te pasa por apurarte, mejor ya no te alejes, ¿ya?. Ni tú ni yo conocemos bien esta ciudad.

Sólo veníamos de visita un día. La tía de mi mamá me había invitado a pasar en su casa, y yo había aceptado con gran gusto. El único recuerdo que yo tenía de la casa a la que nos dirigíamos era un fogón muy antiguo, en la esquina de un cuarto que en mis recuerdos parecía borroso.
Apenas planeé el viaje llamé a Sam. Aprovechaba cada oportunidad que tenía para llevarlo, me encantaba pasar con él, su compañía me llenaba mucho.

Salimos del terminal de buses en medio de un centenar de gente, y luego de una caminata de veinte minutos estábamos frente a aquella puerta negra que me transmitía familiaridad.
La tía nos dió la bienvenida. Ella no había cambiado. Aunque su piel estaba más descuidada, su postura un poco más encorvada y las canas en su cabello ahora ocupaban más espacio, ella seguía siendo la misma, con su sonrisa sincera y sus ojos brillantes.
Fuimos a la sala y conversamos largo rato, de la familia, de los recuerdos, de los amigos, de Sam, de su condición, y, como todo aquél que le oía, la tía se quedó maravillada ante la posibilidad de oler colores.
Cuando llegó la hora de comer, la tía, Sam y yo decidimos ir a los sembríos para coger unos choclos.

El paisaje era hermoso: un camino de piedra y tierra, ancho, bordeado por hierba crecida naturalmente, un poco más allá, los campos sembrados, con los maizales creciendo en conjunto, tan armoniosamente. Y a mi lado, Sam, que sin darse cuenta completaba el paisaje, convirtiéndolo todo en mi éxtasis personal.

- Hay mucho verde, ¿cierto?- preguntó en mi dirección.
- Sí, y de muchos tonos.
- Lo sé, siento muchos cítricos- sonrió. También huele a café, supongo que es la tierra. Siento el olor de los choclos también por su color, a más de su aroma, es extraño, una mezcla entre verde y amarillo.
Me encantaba eso, cómo se sorprendía de las nuevas mezclas de colores, cómo su curiosidad y su olfato lo hacían único, cómo me hacía conocer cosas que en mi mente no existían. Y por eso lo Amaba, aunque jamás se lo fuera a decir. Jamás.

Mientras recogíamos los choclos, la tía nos contaba de las leyendas de la región. Cuando tuvimos suficiente comida para los tres, emprendimos la retirada, la tía comenzó a caminar adelante de nosotros para guiarnos, o tal vez para dejarnos solos.
Estábamos a poca distancia de la casa. Yo caminaba tranquila, hasta que me di cuenta de que Sam ya no estaba a mi lado.
Me detuve, di la vuelta y lo vi ahí, parado, con un gesto extraño, olfateando algo.
- ¿Qué pasó?- Le pregunté, caminando hacia él.
-Huelo algo- dijo, alzando la nariz- sé que debo parecer un perro que busca rastro- bromeó.
- No digas eso.
- Tranquila, sólo es broma. Pero en serio, huelo algo, algo nuevo. No me gusta.

La cara de Sam me mostró que no bromeaba, y eso me puso nerviosa.

- ¿Es un color?
- No. Creo... Creo que es un ambiente. No sé, lo siento como un aire denso, es... ¿Oscuro?... es un olor sombrío... ¿Me entiendes?
- La verdad no, pero mejor ya vamos, la tía se está alejando.
- Sólo cinco minutos.
Terminó la frase y comenzó a caminar hacia la izquiera, por una parte de campo que crecía salvaje. Lo seguí sin pensar en nada. No entendía su curiosidad esta vez, mi intuición me guiaba hacia la seguridad de la casa de la tía, pero no quería dejarlo solo.
Nos internamos en ese sendero improvisado sin decir palabra. Él olfateaba por todas partes y yo aguzaba el oído, mientras sentía como cada fibra de mi cuerpo temblaba del miedo.
Seguía mi caminata temorosa y callada, hasta que me choqué contra la espalda de Sam, estaba tan concentrada en mirar a los lados, que no me fijé en que él había interrumpido su caminata, y se tapaba la nariz desesperado, mientras señalaba con la mano al suelo.

Ahí, en el lugar en el que señalaba mi amigo, estaba un hombre adulto, acostado en la hierba, dando sus últimos respiros debido a un montón de sangre en su estómago. Le habían herido.
Me quedé helada. El ver a una persona agonizar, a punto de morir, era algo que nunca quise ver. Causaba una sensación de vacío e impotencia, que aumentó drásticamente cuando el hombre dió su respiro final, y murió. Sam y yo, dos desconocidos en la vida de aquel pobre, habíamos sido los únicos testigos de su muerte.

Llamé a la policía y llegó en cuestión de minutos, algo que me sorprendió debido al recóndito lugar en el que nos encontrábamos. Los médicos, que llegaron también, dijeron que la víctima había sido herida máximo media hora antes.
Luego de las preguntas de rigor, nos llevaron a casa de la tía, quien se impresionó mucho al oír la historia.

El fogón segúía en la esquina del cuarto. Las llamas evocaban un calor que yo no sentía debido la sensación de tristeza que aún me acompañaba. El cuarto que antes no recordaba era la cocina, con paredes blancas y piso de tierra.

Sam y yo estábamos callados ahora. Habíamos hecho un descubrimiento algo perturbador. Él, a más de los colores, olía a la muerte, a la presencia que traía consigo la muerte al momento de llegar. Eso no era un cambio en la vida práctica, pero eso quería decir que él sabría si alguien estuviera atravesando sus horas finales.
Ese pensamiento me removió los nervios hasta lo más profundo, y la pequeña cocina en la que estábamos se torno extraña, tétrica.

Intenté perderme en la visión del fogón, pero un movimiento de Sam me hizo prestarle atención.
- No te asustes- Me dijo, girando el rostro hacia mí-, pero el olor de hoy en la tarde está volviendo. Aún lo siento débil, pero sé por su efluvio que se dirige hacia acá, a este cuarto.

Si lo que Sam decía era cierto, uno de los dos estaba atravesando sus horas finales. Eso me hizo actuar. Frente a la muerte, la palabra "Jamás" perdía todo su significado.

- Sam, ¿quieres venir a mi lado un momento?. Tengo algo que contarte.

martes, 5 de mayo de 2009

Arte




El artista que más me impresionó fue Von Hagens, pues nunca habría imaginado una exposición artística con cuerpos reales disecados. No considero que sea algo monstruoso o algo malo, simplemente me parece que es una forma real muy poco esperada de mostrar la anatomía. Escogí esta imagen en especial, porque se me hace imposible imaginar lo que el autor debe haber pensado mientras preparaba al cuerpo de la mujer con el bebé dentro. No sé si yo llamaría arte o no a esto, no soy quien para juzgar. Pero de lo que si estoy segura es que no hubiera sido capaz de preparar una exposición como esta, aunque tal vez si iría a verla, por la curiosidad innata de mi personalidad y porque siempre he creído que para juzgar algo debes conocerlo, y tener argumentos para abogar a su favor, o en su contra.


Dos extraños. (Judiciales)

Demasiados problemas tenía la familia al saber que el tío había sido capturado por las FARC, como para aceptar fácilmente que la nena tenía una hermana gemela que recién conocía.

Yo sólo atinaba a mirarlos desde lejos, dos personas recién llegadas a un círculo familiar que no estaba acostumbrado a tenerlos como parte de él.  Se notaba su incomodidad: ambos miraban de un lado para el otro, sin saber en dónde enfocar la vista, incómodos por el exceso de atención que los demás les dábamos. No sé si fue consciente o inconscientemente, pero mi madre había colocado las sillas de ambos en el centro de la sala, un cuarto de tamaño normal, pintado de color blanco, con ventanas al lado izquierdo y una puerta negra de metal que en esos momentos estaba abierta, debido al calor que producían veinte personas sentadas muy juntas, más dos que estaban en el centro sin saber que hacer.

La reunión transcurrió lento, y a pesar de que el ambiento bajo el nivel de tensión, los dos extraños no se abrieron para hablar con la familia. El tío parecía cohibido, ya no era el hombre alto y gracioso que yo recordaba, era sólo un señor flaco y ojeroso, que se mantenía callado, mirando a su esposa. La gemela de la nena era idéntica a ella físicamente, pero estaba callada y mirando al vacío, mientras su hermana trataba de sacarla a bailar.

Cuando era tarde lo único que cambió fue que ellos dos empezaron a conversar, y ahí su forma de ser fue otra. Entre ambos conversaban con toda comodidad, como si se llevaran desde antes. Reían, comentaban bajo, y en dos ocasiones los vi con lágrimas en los ojos, sin saber por qué.

Cuando llegó la noche los veinte que estábamos alrededor estábamos de mal humor por no haber conseguido las historias de los invitados. Mientras tanto, el tío y la gemela parecían haber entablado una buena amistad. Yo estaba enojado. La familia tenía muchos líos, y ahora esos líos se habían hecho amigos entre sí, para consolarse el uno a la otra mientras nosotros nos quedábamos sin la portada del diario de mañana.

Me levanté de la lejana silla en la que había permanecido toda la velada y caminé con disgusto hacia la puerta. Al caminar alcancé a oír sólo dos frases que dijeron ellos dos:

- Entonces, mañana seguimos comparando penas y sorpresas- dijo el tío con una sonrisa.

- Si, mañana empiezo yo desde que llegó la periodista a mi casa- dijo la gemela riéndose, despidiéndose con la mano.

Así que eso era, al día siguiente ellos iban a hablar de su vida entre ellos mientras yo tendría que ir con el periodista del diario para contarle que no conseguí la historia. Me fui a mi carro y cerré la puerta con fuerza mientras maldecía por lo bajo. 

el verde huele a recuerdos

Lo veo sentado, riéndose con mi hija, extendiendo la mano para sentir cada adorno de la mesa de centro, y no soy capaz de ponerme en sus zapatos.

Nacer ciego. ¿Cómo sería haber nacido ciego?

Yo tenía 16 años cuando se mudó a la casa de junto. Era un niño por completo encantador: Ojos cafés claros como la miel, pequeño, con aire angelical debido a sus rasgos faciales.

Nos hicimos amigos muy rápidamente. Como yo estaba en vacaciones del colegio, pasaba mis días en la casa, jugando o lo que sea. Un día, mientras caminaba por la antigua calle de mi barrio, con mi perro al lado mío, me llamó la atención verlo sentado en el césped de su casa, jugando con una hoja, una pera y una lámina de papel brillante color verde.

Tanteaba todo, olía todo, y siempre con los ojos cerrados. Me acerqué a su puerta, y sin alzar la cara me dijo amablemente que entrara, para jugar con él.

La tarde se pasó muy rápido, sólo recuerdo haber entrado tímidamente para sentarme frente a él, y luego todo fluyó como si nada: conversamos, reímos, jugamos sus juegos, y al final del día tenía un amigo de 8 años que, además, era ciego.

Era una experiencia totalmente nueva. La confianza que nos rodeaba, más la curiosidad insaciable propia de mí, hacían que cada tarde sea una ronda de juegos y preguntas.

Sin embargo, nunca me había asombrado tanto de la condición de Sam como cuando me dio que olía a verde. Estábamos en mi cuarto, jugando con papeles, y yo encontré un papel brillante color verde. En el momento en que yo puse la lámina frente a Sam, él me dijo que el olor había cambiado, que el color del papel que tenía en frente no era blanco, sino verde.

Podía oler colores. Identificaba con el olfato aquellas cualidades que yo sabía eran impresiones visuales. Pasó toda la tarde explicándome como olían los colores: el verde era un olor agrio, él lo describía como un poco picoso y cítrico. El azul era frío, al inhalar un aire azul la nariz se ponía fría. El café era cálido, un poco dulzón, con una textura en el aire que parecía que hubiera una pequeña capa de polvo en el ambiente. Muchas descripciones, muchas frase que describían la gran variedad d colores y de tonalidades que Sam podía percibir con el olfato.

A partir de ese día dejé de sentir pena por su condición. Yo había nacido con el don de ver, de maravillarme con las imágenes que hacen de la vida una obra de arte, pero él, Sam, había nacido con el poder de vivir esto a través de su olfato, y eso podía ser sólo un don, una maravilla frente al modo “natural” de percibir las cosas.


Sí, lo veo sentado, riéndose con mi hija, y no me puedo poner en sus zapatos. Él podía oler colores, y aun cuando hemos pasado juntos nuestra vida, como amigos tan amigos que son como hermanos, y me ha contado tantas veces lo que siente cuando olfatea los colores, sigo tan maravillada como el primer día por haber conocido un don de caricaturas fantásticas en mi propia casa, un don espectacularmente mágico en la rutina de mi vida. 

SOY....

Soy un punto de luz en este inmenso universo lleno de magia y fulgores. Un punto tan infinitamente pequeño en algunas cosas, y algo fuerte en otras. Cuando soy pequeña mi luz irradia bajito, cuando me siento grande la luz podría aclarar miles de kilómetros.

Este extraño punto de luz se llama Grace, y es una persona que aún se siente niña pero empieza a admitir que podría llamarse mujer.

La esencia de mi luz se la debo a mis papás y a mi hermano, quienes desde pequeña me fueron formando para ser soñadora y creer que llegué al mundo con una misión. Aquí, en la parte principal de mi fulgor, están mis sueños: crecer, filmar, escribir, ayudar, Amar, Amar de todas las formas posibles hasta lograr que la luz de mi ser sea puro Amor real.

Con el tiempo he descubierto cosas que ayudan a que la luz sea más fuerte: la dulzura que los que me conocen dicen que transmito; la comprensión que le doy al resto; la visión única que tengo para observar que el mundo te invita a ser feliz con sus colores, aromas, combinaciones; el Amor por lo que quiero hacer de mi vida; el apoyo de los que me Aman. Pero ha sido el mismo tiempo el que ha hecho que entienda que la luz también crea sombras y segmentos oscuros, porque por miedo o inseguridades, en esas partes la luz no da todo su potencial: los pequeños errores, pequeños e inocentes; los grandes errores, que marcaron una sombra tan profunda que aún duelen, aunque jamás me atreva a hablar de ellos, aquéllos que anhelo superar, sin olvidar, para aprender; mis malas decisiones, mis crisis, mis dudas, mi desorden, y mis necias ganas de no ponerme un horario para hacer deberes a tiempo.

Hay fulgores que brillan más porque su base es más fuerte, luces de experiencias, de recuerdos, de ideas. Son fulgores míos que se mezclan con los fulgores de ellos, esos seres que también brillan con luz propia y la unen con la mía para hacer una sola luz: mascotas, familia, amigos, el Amor pasado, y especialmente un punto de luz que está a mi lado, y con su luz ilumina todo mi ser, hasta las sombras que yo no logro iluminar, enseñándome con cada uno de sus fulgores una nueva parte nueva del universo: mi Amor actual.

Soy un punto de luz muy pequeño en el universo, lo sé, un punto que, aunque pequeño, cumple su función para mantener la armonía en la parte que le corresponde.

Soy un punto de luz que anhela dar todo de sí, para poder alumbrar, ayudar a que toda la belleza del universo sea visible con los fulgores de todos. 

Diálogo antagónico

- ¿Sabes por quién votar?

- buu… no sé ni me interesa.

- Deberías por lo menos fijarte en las propagandas.

- ¿Para qué? ese no es mi problema.

- ¿Qué ese no es tu problema? ¡Es el país! El modo en qué se va a gobernar. ¿Por qué  eres tan despistado en todo?

- Hablas puras tonteras. ¿Por qué me va a importar eso? Verás, por el momento quiero acabar rápido el colegio, que mi vecina me haga caso, y ya… Nada más.

- Sí, por eso dicen que los jóvenes somos inmaduros. Eres el vivo ejemplo de “la edad del burro”.

- Y tú eres un pesado. Lo que a ti te hace falta es un agarre. Qué, ¿Mi prima no te hace despejarte?

- No hables así de tu prima, deberías respetar a las mujeres. Eres un patán. Inmaduro, malcriado y patán.

- Di lo que quieras, no es que tu opinión sea la más importante del mundo. Pero sabes que,  no me conoces, no tienes derecho a insultarme, no sabes de mis problemas o de mi vida.

- Si, no te conozco, pero cualquier persona que esté a tu lado durante cinco minutos se da cuenta de que no eres “el chico más sensato del mundo”.

- Verás, lo que está claro es que yo no te caigo a ti y, créeme, el sentimiento es mutuo. Y el hecho de que intentes hablar conmigo de política y luego me insultes no mejora las cosas.

- Tienes razón, no me caes. No había conocido a un man que sea tan distinto a mí. Traté de conversar porque eres el primo de mi enamorada, pero definitivamente no nos llevamos.

- Ahí si estamos de acuerdo. Sabes que me voy con mis primos, sólo una cosa más, puede que yo sea inmaduro, patán, o lo que quieras, pero tengo que despertar cada día sabiendo que mi papá tiene cáncer, y eso es algo que me ha hecho pensar mucho, en cosas que antes no estaban en mi mente, cosas que no tienen que ver con la política o mi prima.

- Y si algún día nos toca hablar de eso ya no estaría en desacuerdo contigo. No sé si te importe esto pero, espero que tu pa esté bien.

- Gracias, pero no me digas eso, porque no puedes asegurarlo, además me sigues cayendo mal. Chau.

- Y tú a mí. Chau.

 

DESCRIPCIÓN:

El primo: Es un chico de 18 años, alto, de tez morena, con cabello corto y lleno de churos muy formados. Usa lentes y, aunque no es gordo, es de estructura ancha. Casi siempre está serio; las pocas veces que ríe, muestra una pequeña sonrisa que podría pasar por tímida. Es molestoso y amigable con su familia y amigos. Tiene un modo poco delicado, que podrías pasar por malcriado, al tratar a las mujeres; pero es capaz de defender a sus primas con fuerza y decisión.

El enamorado: No es alto, pero tampoco es pequeño. De estructura fina, delgado, pero fuerte. De piel canela, cabello largo y lacio, con pequeñas ondulaciones en las puntas. Ojos color café claro, con pestañas largas y rizadas. Es serio, pero disfruta mucho de las cosas y es muy risueño, su sonrisa es sincera y muy inocente. Es respetuoso y muy maduro. Casi siempre está tranquilo, aunque hay algunos pensamientos “ilógicos” de los demás que le hacen cambiar. 

lunes, 4 de mayo de 2009

Segunda oportunidad

Ha habido muchas veces en las que deseé retroceder el tiempo, tener un mágico reloj que se cuelgue en el cuello y que, con unas cuantas vueltas, te permita regresar a ese instante, para salvarlo.

¿La razones? Muchas, y de variada naturaleza. Hay puntos de mi pasado en los que habría querido no decir tal o cual cosa, hay otros en los que hubiera regresado para no resultar herida. Pequeños disgustos, algunos errores, grandes caídas, muchas heridas, todo junto. Pero no ha habido momentos en los que quise tanto poder introducir un flasback como aquellos en los que fui yo la que herí, la que mentí, la que hice daño a las personas que me Aman.
Las cosas son más difíciles cuando el pasado está muy fresco, ahí los días aún duelen, y lo que más quieres es un "giratiempo", pero no está, no existe, y al final entiendes por qué.
Con el paso de cada experiencia aprendí que las cosas siempre tienen una causa, sea cual sea. Y lo importante es aprender, aprender a curar y sanar esas heridas, para que terminen como cicatrices, como recuerdos de algo que te sirvió para llegar a algo más.
El tiempo se convirtió en gran aliado. Había temporadas en las que lloré cada minuto para intentar sacar el vacío de la decepción dentro de mí, y la desesperación me invadía al constatar que los días pasaban sin que eso ocurra. Pasaban iguales uno tras otro, hasta que uno de ellos se presentaba diferente, llegaba a mi vida para contarme que el vacío había empezado a salir al fin, como una bruma de perdón sincero, y como unas cuantas lágrimas más.


Estoy agradecida con la vida porque hay segundas oportunidades y no vueltas al pasado. Soy de las personas que creen que cada experiencia, sea ésta buena o mala, trae consigo un aprendizaje para crecer como ser humano.
Y si eso funciona, y logras aprender de aquella mala decisión que te llevó a un oscuro abismo, también es fácil entender que tener una segunda oportunidad no significa desvalorizar la importancia de cada instante, sino que representa el impulso para no hacer de nuevo lo que hubieses querido no hacer jamás, y hacer una y mil veces aquéllo que te hace feliz.


Ha habido muchas veces que deseé cambiar lo que ya había pasado, pero en esas mismas veces el tiempo seguía su armonioso paso, haciéndome ver que las cosas pasadas son experiencias, y que son las experiencias y cicatrices las que te hacen tú, un único ser humano que tiene su propia leyenda personal.

martes, 21 de abril de 2009

jueves, 16 de abril de 2009

Narración: Cuadro “La madre del mundo”.

Abrí lentamente los ojos, aún no quería despertar. La luz baja de un típico día nublado me recordó la sensación de tristeza que me ahogaba la noche anterior, la misma sensación que surgía en estos momentos.
La mañana pasó sin que cambie mi estado de ánimo. Mientras me duchaba, las imágenes de la discusión y de la última frase con que terminó de gritar y salió de la casa me hicieron entender que era mi siguiente recuerdo a olvidar.
Me vestí con ropa holgada, recogí mi cabello en una cola y salí pronto de mi casa, no tenía ganas de arreglarme más.
No estaba acostumbrada a esta sensación. Yo, que cada me mostraba feliz por el cielo, las flores o la gente; hoy sólo quería dejar pasar todos esos detalles para enfocarme en eso: mi tristeza.
Caminé sin rumbo fijo por el filo del parque, con la cabeza gacha, la mirada clavada en mis pasos que hacían retumbar el cemento, aunque no se notara la vibración. No quería alzar la mirada, porque tenía miedo de enfrentar ese mundo que siempre me había resultado tan mágico y bello, y descubrir que ya no era así, que ya no volvería a ser así.
Lo único que hizo que mire a mi alrededor fue el rugido de mi estómago en señal de hambre. Había estado caminando demasiado tiempo, el cielo estaba medio oscuro cuando entré en ese café.
Cuando abrí la puerta de entrada el cambio de aire me llegó por todo el cuerpo, el café era cálido y acogedor; y estas sensaciones eran las que menos quería y más necesitaba entonces.
Era un local agradable, arreglado con cosas rústicas y medievales. Las paredes eran de piedra lisa, las mesas y las sillas de madera negra, las luces amarillas y bajas, complementadas con tres antorchas pequeñas, que daban al ambiente sombras más marcadas y profundas.
Me saqué la chompa y fui caminando hacia una mesa alejada, que tenía puesto sólo para dos. El mesero se acercó y dije que quería un café, sólo un café.
Se había ido. Sus acciones, sus palabras, sus miradas, eran ahora las causas de que mi tristeza estuviera viva y expresándose con cada lágrima. El mesero se sobresaltó al ver mi rostro con rastros de llanto, pero no dijo nada, sólo dejó el café y se fue, con unas cuantas miradas en su camino hacia el fondo del local.
Siempre me expresaba con lágrimas cuando la emoción era demasiado fuerte. Con el último sorbo de café brotó la última lágrima del día, y eso me reanimó un poco. Seguía triste, pero al fin me había calmado. La gente en las mesas reía y conversaba, me causó gracia ver que en la mesa del frente había un chico intentando coquetearme.
Pero aún no me atrevía a mirar el cielo y el parque a través de la ventana, por lo que me concentré al máximo en la chica que tomaba Coca- Cola mientras leía uno de mis libros favoritos.
En medio de mi campo de visión pasó un chico con una mancha azul en el brazo que me llamó la atención, en principio por su color, y luego porque la reconocí al instante.
El joven era de unos catorce años. Llevó el cuadro hasta la pared del fondo, y saltó de una manera muy graciosa cuando me vio justo atrás de él, a unos centímetros de “La madre del mundo”.
No me moví cuando el joven pasó a mi lado, riéndose por el susto. Ahí estaba ese cuadro tan maravilloso, con esa figura femenina tan divinamente pintada, que sentí más orgullo de ser mujer.
Los recuerdos vinculados al cuadro sirvieron para recordar mi feliz esencia. Se había ido, sí, pero yo… yo y mi esencia seguíamos justo aquí.
El dolor se mantuvo en el centro del pecho, pero ya estaba tranquila. Me calmé, suspiré y alcé la vista hacia la ventana. Casi había oscurecido por completo, aún no había estrellas. Los árboles eran siluetas oscuras y la gente caminando era escasa.
Volví la vista al cuadro nuevamente. Aquella dulce mujer parecía decirme: “vas a estar bien”, y yo sabía que así sería.
Dejé el dinero en la mesa y salí al exterior. El frío era más fuerte de lo normal, aún me recordaba el ánimo bajo y deseperado que  sentía, pero salí de ese café con una idea: pase lo que pase, al final iba a estar bien. 

Decepción

Una de las cosas que soñaba poder hacer de pequeña era poder mover objetos sin tocarlos, sin tener contacto físico con ellos. Debo admitir que esos sueños no se han ido, aunque el tiempo presente no viene al caso.
Era de tarde, porque la luz que se filtraba en las ventanas era la de las cuatro de la tarde, más o menos. No recuerdo mi edad exacta, aunque supongo que tendría unos diez años. Estaba tomando una ducha, exagerando en el tiempo de estar ahí, por la agradable sensación de sentir el agua cubriéndome, mientras jugaba con mi imaginación, como siempre.
Recuerdo que era época de carnaval, así que llevé a la ducha una bomba roja, para jugar con ella. La pequeña bomba estaba inflada con aire, a medias, era una pequeña bolita.
Jugaba, lanzando la bomba hacia arriba sin dejar que caiga, hasta que, inevitablemente, se cayó.
Me agaché para recogerla, estiré la mano, pero en vez de coger la bomba con los dedos, como normalmente se hace, sin querer resbalé un poco y topé el objeto con la palma de mi mano. Cuando alcé la mano, la bomba de carnaval estaba pegada a mi palma sin nada que la estuviera sosteniendo. Me sentí mágica.
En un segundo sentí emoción, miedo, y alegría, consecutivamente. Luego, sin levantarme de mi posición: hincada casi al ras del piso, intenté que el pequeño fenómeno volviera a ocurrir. Dejaba el objeto en le suelo y, con mi palma, sin tocarlo para nada, intentaba que se uniera a mi mano y se quedara ahí. Muchas veces fallé y la bomba caía sin poder romper su dependencia a la gravedad, pero otras cuantas lo lograba, la bomba se pegaba a mi palma y se mantenía ahí. Si no pasaba eso, yo movía mi palma lentamente de un lado para el otro, y la bomba seguía este curso como unida por la energía. Cada nuevo logro hacía que un calor se formara en el centro de mi mano, fuerte, y más fuerte cada vez,
Estaba tan concentrada en mis juegos que la única forma de salir de la ducha fue un grito un poco molesto de mi ma, diciendo que ya había pasado mucho tiempo. No quería hacerle caso, pero la piel arrugada de mis dedos me avisó que en realidad ya había pasado el tiempo.
Salí corriendo, me vestí y me peiné tan rápido que parecieron actos inconscientes. Sentado en mi cama, con la bomba frente a mí, estaba dispuesta a no moverme hasta lograr que volara. Pero luego de tiempo e intentos fallidos, no pasó nada.
En este nuevo sitio, la bomba ya no le hacía caso a mi mano. Movía la palma encima de ella pero la bomba seguía estable. La cogía con mis dedos y la ubica en la palma, daba la vuelta, y se caía. No se movía, no se producía ese calor en mis manos, nada, nada, ya nada de magia.
Mi único e ilógico consuelo fue que la ducha era mi sitio específico para hacer magia. Cuando me cansé de intentarlo y mi ánimo decayó lo suficiente para no seguir, comencé a pensar. Y luego de un tiempo la razón me explicó lo que había pasado: Había sido el agua en mis manos la que había hecho que la bomba no se cayera cuando estaba pegada a mi palma. No había hacho magia.
Esa fue una gran decepción, claro, luego pensé más y no encontré razón para el calor o para el hecho de que la bomba siguiera a mi mano sin tocarla, pero en ese momento lo único que entendí fue que el agua y la bomba habían sido las causantes de esa fuerza que según yo, salió de mi mente.

3 Palabras: viernes, paracaídas, viernes. (Ella y Grace)

El viernes pasado escuché una historia bastante extraña. Me pareció un cuento de fantasía.
Mientras leía una revista en la librería del barrio, oí una conversación en el otro están, entre una mujer y un hombre. Ella era gruesa, y él era tan delgado como un bastón antiguo.
Ella hablaba muy emocionada y, tomando en cuenta que estábamos en un sitio público, con voz muy alta:

- Nunca podrías creer lo que te voy a contar. Hace dos días todo estaba muy normal, hasta que vi a mi hermano menor desesperarse porque no encontraba su nuevo sacapuntas. Se movía por la casa desordenando todo. Buscaba debajo de los sillones, entre las grietas de las paredes, en los cajones del armario, por todas partes.
Pasaba el tiempo y mi hermano no encontraba su preciado sacapuntas. Sin exagerar te digo que su actitud rayaba en la locura. Jalaba sus cabellos de tal forma que parecía un genio desquiciado.
De repente se quedó quieto y dejó de buscar. Habló, más para sí mismo que para mí, diciendo que la vida era muy corta como para perder el tiempo en cosas tan sencillas. Me sorprendió mucho cuando empezó a hablar se su sueño de infancia:

- Siempre he querido ser paracaidista, y hoy lo cumplo.
Salió de la casa y no supe más de él en todo el día, hasta que vi el noticiero de la noche. Me senté en la sala y prendí la tele. Grité llena de asombro al ver una toma de mi hermano en las noticias.
El presentador contaba que un joven cayó en medio de un auditorio con un paracaídas. En el auditorio se estaba presentando una ópera de Puccini. Había mucha gente, vestida elegante. Cuando el joven cayó, el público creyó que era parte del espectáculo, así que el auditorio se llenó de aplausos. Sin embargo, luego de unos minutos la policía llegó y se lo llevó.
Un reportero le preguntó al joven cómo se sentía, y el chico afirmó que estaba muy feliz por cumplir su sueño, pues para él, ser paracaidista era como ya no volver a pensar en el sacapuntas.

Apagué la televisión pensando que tal vez nadie hubiese entendido lo del sacapuntas, tal vez nadie, excepto yo.

jueves, 12 de marzo de 2009

Siete cosas que casi nadie sabe de mí!

La verdad es que esa canción que canto frecuentemente no es de un artista en especial, sino de una película, una película de Diney. Y, aunque yo siempre estoy dispuesta a contarlo, muy poca gente sabe que me encanta "Pocahontas",  que la he visto decenas de veces (sin exagerar), y que gran parte de mi tiempo libre paso cantando una canción de las que salen ahí.
Y así como mis gustos en películas son variados, en cuanto a comida soy exactamente igual. Sí, me considero una persona con buen apetito y que come con gusto casi todo... menos el desayuno. Abrir los ojos en la mañana y descubrir que tengo hambre me lleva a un gran dilema. Es que no me gusta la leche, no me gusta el queso, no me gusta el pan; cosas que son casi indispensable en la comida matutina. Entre semana el problema se resuelve con un batido y ya. Los fines de semana opto por tomar la leche sin respirar, ¡o mejor comer pan con salsa de tomate!, algo que, según mi ma, no es tan rico como yo lo pinto.
Mi mejor amiga y yo compartimos muchas cosas en común. Tanto es el parecido, que compartimos un ex novio, que coincidencialmente fue mi primer novio y su primer novio. Cuando mis compañeras supieron eso se asombraron de que no nos hubiesemos peleado, pero la amistad está sobre todo.
¡Me fascinan  las pulseras!... Si buscan un detalle que me guste, las pulseras son la mejor opción. Tengo en mi habitación una maletita pequeña llena de pulseras. Pulseras que fueron regalos, recuerdos, cosas que para mí tienen un gran significado, cada una con su historia y su huella imborrable.
Lo que casi todo el mundo sabe es que sueño con ser escritora, pero esto que es un deseo en el presente, en mi niñez se mostraba como una manía sin sentido. Antes de  eso, sólo sabía que me encantaban las libretas. Compraba libretas casi a diario, sin saber por qué, y sólo me imaginaba que las llenaba con mis escritos. Para esos momentos lo único que lograba poner en las libretas eran rayas continuas que daban la impreión de texto, pero a partir de los once empecé a tratar de escribir cosas coherentes, ¡o por lo menos palabras!. El punto es que esa manía de comprar libretas no se me ha quitado, pero hoy las uso para mis escritos, para frases y pensamientos que me impactan, para la "u", etc. 
Soy una persona que cree en la magia fielmente. Esa magia real de energías, pensamientos y acciones que puede cambiar una lágrima por una sonrisa, o un sueño en una hermosa realidad. Auqnue, he de admitir, también me parecen entretenidos los trucos de ilusionismo. Uno de ellos, aunque se ha demostrado que si se puede lograr sin que sea un truco, es el poder mover objetos con la mente, la telequinesia, y eso es algo que en realidad quisiera poder hacer. 
Como toda la gente tengo miedos y debilidades. Tengo miedos normales, y por normales quiero decir que son comunes a todos, más no que sean fáciles de superar, como la muerte de mis seres Amados, el no cumplir mis metas y hacer que mi existencia pase sin aprovechar el tiempo. Pero también tengo miedos chistosos como el miedo que les tengo a las arañas y mis nervios cuando veo "The ring".



jueves, 5 de marzo de 2009

Foto Historia

El campo me asusta.
Aunque ya he venido antes para lo mismo, los recuerdos hacen que cada paso me dé más temor. La señora que va delante mío no se me hace conocida, aunque estoy segura de que las últimas dos veces ya conocía a los que se hacían presentes en el ritual.
Las cámaras fotográficas me asustan.
Es mi turno para el ritual de las velas, y aunque mi madre y mi abuela dicen que es la mejor solución para la diabetes, sigo creyendo que en medio proceso voy a levantarme y salir corriendo.
El dirigente, el mismo desde hace cuatro años, no ha cambiado mucho. Sigue teniendo ojos claros y cansados, tez canela, cuerpo flaco y una sonrisa sincera. Está parado justo frente a mí, me mira durante unos segundos, como si leyera la gran inseguridad que recorre mi cuerpo en estos momentos. Justo ahí, me regala una sonrisa que, como siempre, tiene un efecto tranquilizador en mí.
Camino despacio por las piedras mojadas que son el suelo, sin prestar atención a todos los pares de ojos que me observan. ¡Aún estoy nerviosa! No creo en estos rituales ¡y tampoco quiero ser parte de ellos!, pero la fuerza que ejerce mi familia en mí me ha hecho llegar hasta este sitio.
Mientras me recuesto, el dirigente dice las oraciones ritualísticas. Me lanza agua helada, agua que en vez de relajarme tensa más mis sentidos. Luego, el hombre deja de hablar y se acerca, con velas en sus manos. Lentamente, coloca una en mi boca para que la sostenga ahí. Dos, tres... cinco.... y luego de abrir mi boca como nunca lo he hecho dejo de pensar y estoy dispuesta a desmayarme.




Aunque ya pasaron dos semanas, mi boca aún está lastimada por el esfuerzo en aquel ritual. Lo único que quiero es olvidarme pronto de esa sensación de vómito causado por la cera en mi lengua.
Abro la puerta de mi departamento en busca del períodico matutino que está en el suelo.
¡Rayos! Al parecer ni siquiera el diario quiere que me olvide de ese día: la primera página muestra una foto mía, con las peores fachas. La foto había sido tomada en el momento en que estuve a punto de desmayarme, pues esa imagen era la de una mujer sin vida, con la boca llena de velas, recostada en una piedra que resalta por las hierbas de selva que le rodean, con el cabello y la cara mojados. La noticia que le sigue habla de rituales extraños.


Entro a mi departamento y mientras tomo una taza de café lucho una y otra vez por quitar de mis memorias el dolor de la boca abierta a causa de muchas velas.

Descripción: "La madre del mundo"


Este cuadro es del artista Nicolas Roerich.
La primera vez que vi esta pintura me quedé observándola por largo rato. Tenía 12 años, estaba ayudándole a mi papi a hacer una exposición sobre el autor, y me impresionó mucho cuando la vi.

Había una caja grande con algunos cuadros originales. Mi pa y sus compañeros de trabajo revisaban que todo esté en orden Entre uno de los últimos cuadros estaba este que ahora es mi cuadro favorito. Lo que atrajo mi vista desde el principio fue el color azul dominante. Me pareció hermoso desde el principio, con la mezcla de tonos. Tenía en el centro la imagen de una mujer con vestidura blanca, en medio de un paisaje nocturno, sentada en una roca que estaba en un lago. En su extremo hay montañas, que parecen ser muy pequeñas en comparación con la mujer imponente, y ahí, entre las siluetas de las montañas, tres personas observando a la madre del mundo.

En los pliegues del vestido de la mujer hay figuras y símbolos místicos. En el lago hay peces que parecen estar hechos de luz fluorescente. El cielo está lleno de estrellas y formas que muestran el universo, los colores te dan sensación de profundidad, de grandeza. La madre del mundo tiene cubierto medio rostro por la misma tela de sus ropajes, se ve sólo su boca y su mentón.

Trás la mujer hay un fondo azul, y un símbolo de tres círculos unidos, el símbolo mundial de la paz, resaltando con la misma textura de fluorescencia que los peces y símoblos de la parte de abajo.

El conjunto de imágenes que forman el cuadro se quedaron plasmadas en mi mente: los símbolos, la gran metáfora de la figura femenina como madre del mundo, la armonía en que parece estar todo, la manera en que los tres personas miran a un ser súblime, que más que ser una mujer represente un ser que ayuda a que se mantenga la armonía del universo.

martes, 17 de febrero de 2009

Sortes

Desde pequeña busco y pido señales al destino. Uno de mis escritores favoritos las llama apuestas con Dios, yo insisto en que son señales. 
Una de las formas en que yo las buscaba era hacer un pregunta a un libro importante para mí, abrir una página cualquiera, leerla e interpretar lo que eso significaba para mi pregunta....
Curiosa coincidencia, en una clase me dijeron que esto también lo hacían en la antigüedad, como una herramienta del óraculo de la civilización, esta actividad era llamada Sortes.

La biblioteca me da un mundo de posibilidades. Como buena fanática de J K Rowling, y como alguien que ve en esa serie una representación del mundo mágico que nos rodea a todos, voy en busca de uno de esos libros para jugar con la confianza una vez más.....

Y entonces yo le pregunté al libro:

¿Será que alguna vez podré escribir una historia como esta?

Pasé mis manos por el libros sólo un instante, abrí una página y leí:

"Parecía el fin de la amistad entre Ron y Hermione. Estaban tan enfadados que Harry no veía ninguna posibilidad de reconciliarlos. 
A Ron le enfurecía que Hermione no se hubiera tomado en ningún momento en serio los esfuerzos de Crookshanks por comerse a Scabbers, que no se hubiera preocupado por vigilarlo, y que todavía insistiera en la inocencia de Crookshanks y en que Ron tenía que buscar a Scabbers debajo de las camas. 
Hermione, en tanto, sostenía con encono que Ron no tenía ninguna prueba de que Crookshanks se hubiera comido a Scabbers, que los pelos canela podían encontrarse allí desde navidad y que Ron le había cogido ojeriza a su gato desde el momento en que éste se le había echado a la cabeza en la tienda de animales mágicos". 
Harry Potter y el prisionero de Azkaban
J K Rowling

Y ahora, busco y vuelvo a buscar una respuesta escondida en esos párrafos. Los humanos nos acostumbramos a veces a que nos respondan si o no, y cuando nos llega una respuesta de otro modo, la dejamos ir por falta de observación, de intuición... Esta es la respuesta que yo interpreto:

Al principio,  creí que la pñagina no tenía nada que ver con mi pregunta y estuve a punto de cambiarla. Sin embargo, cuando leí de nuevo el pequeño fragmento, me di cuenta de que era una respuesta, aunque no llegaba como afirmación o negación. Lo que leí me dijo algo.
Pregunté si algún día iba a ser capaz de escribir una historia así, pero lo que el libro me dijo, lo que me mostró, fue que ésta no es un relato fruto de complejidad o de otro mundo. El libro me contó una historia que pasa aquí, en China o en Reino Unido. Cosas tan simples como una pelea entre amigos por culpa de un mal entendido. 
Entonces el libro ya me había respondido. Sí puedo hacerlo. Tengo las ganas y la capacidad para poder escribir. Sólo necesito hacer fluir mi imaginación y prepararme bien en el estilo, para lograr que algo tan "simple" se vuelva único e interesante, con buena escritura, personajes agradables y un ambiente mágico tan real, que mucha gente quisiera leer.  


lunes, 16 de febrero de 2009

El duende creador del tiempo

Cuenta la historia, que uno de los primeros días de esta humanidad, un hombre descansaba bajo la sombra de un árbol. Al ser uno de los habitantes humanos iniciales en la Tierra, muchas cosas eran nuevas para él.
En su estadía debajo del árbol, notó que las cosas y animales a su alrededor no mantenían la misma forma siempre, sino que cada cierto momento cambiaban de posición o de actividad.
El hecho le hizo preguntarse el por qué del asunto. Por qué las cosas no eran las mismas siempre, cambiando su forma de una u otra manera.
De pronto, un ser verde que le llegaba máximo a media canilla se le presentó al hombre en frente. Con un ligero toque del dedo índice en el tronco del árbol, el duende hizo que todo lo que estaba alrededor de ellos se quedara quieto.
- Te preguntas el por qué de los cambios, ¿no? Es fácil, la verdad estaba cansado de ver que la naturaleza, tan viva y colorida, se mantuviera estática y apaciguada, era algo "antinatural", por llamarlo de algún modo.
Así que le di el Tiempo, que es esta secuencia de cambios y movimientos continuos que observas, para que pueda crecer cada vez más y lograr evolucionar.

El hombre miró atentamente cómo el duende tocaba el tronco con su índice nuevamente, y las cosas empezaron a cambiar otra vez.
Muy admirado por ese descubrimiento, el hombre se atrevió a preguntar por qué ere él el único que parecía darse cuenta del tiempo.
El duende era sabio y poseía gran magia, pero también era orgulloso y odiaba sentirse cuestionado. Tomó a mal la pregunta del hombre. Para demostrar su sapiencia respondió:
- Los seres que te rodean y son parte de la gran armonía natural tienen como objetivo seguir sus instintos. Tú y los de tu especie han llegado a crear una conciencia, es por eso que puedes notar el tiempo.
Pero, aún lleno de ira y sin comprender la sana procedencia de la pregutna del hombre, añadió:
- Pero también la conciencia los hace ser insolentes y desobedientes. Creen ser capaces de cuestionar todo lo que ven, así que, como castigo a lo que acabas de pregunatr, la naturaleza podrá surgir con el tiempo, sí, pero habrá un punto en que su cuerpo físico se deteriore y envejezca, y tú y todo lo que te rodea acabará extinguiendo su tiempo de vida.
El duende dio dos pisadas y desapareció. El hobmre se quedó estático, encerrados en sus ideas.
Aunque jamás se volvió a ver al duende, el tiempo pasó y sus augurios resultaron ciertos. Desde ese día, la humanidad es consciente de que, con el paso del tiempo. la meta final es el tiempo. Sin embargo, algo en el plan de venganza del duende no debió funcionar, porque fue el tiempo, su propia creación, el que hizo que la curiosidad del ser humano crezca y se difunda. Y, aunque el hombre no encontró una forma de extinguir a la muerte, aprendió a valorar el tiempo que tenía para conocer todo lo que le rodeaba.
La naturaleza, por su parte, se acopló a su nuevo estado de cambio y se formaron mecanismos que hacían que la información se transmitiera de generación en generación, sin que el paso del tiempo afectase en su armonía y equilibrio.


lunes, 9 de febrero de 2009

Lo has sentido???

La piel se tensa por un frío interno que se esparce por la columna vertebral. Un cosquilleo extraño surge en la parte del cuello y la nuca. La respiración es más profunda, pero se da a un ritmo más rapido de lo normal. Tu mente está a la expectativa de todo: un ruido extraño, una sombra sin sentido, una visión irreal. Tus sentidos trabajan el doble y sientes la necesidad de proteger tu espalda con algo concreto, ¿cierto? Por eso a veces te acomodas mejor en la cama y alzas las cobijas, o te pegas de espaldas contra una pared.
El ambiente se ve extraño, aun cuando quizás ya lo conoces. Los objetos parecen más.... "vivos", como si ellos también esperasen eso que te va a hacer gritar o salir corriendo.
Te impacientas, el tiempo parecería pasar más lento. Para este entonces el frío interior y el cosquilleo han avanzado tanto que ahora están en todo tu cuerpo... Sólo quieres que esa sensación termine para poder respirar normal y ver las cosas si tantos matices misteriosos... ¿Lo has sentido?

(Temor)

Trantextualidad: El dinosaurio

Buscaba desesperada alguna sombra negra en medio de la nebulosa que era todo. Con su respiración agitada, tanteando con las manos hacia adelante como un ciego sin lazarrillo, trataba de encontar a aquel animal enorme de piel verde y ojos tristes.
El sueño era cada vez más asfixiante, sólo niebla, niebla y niebla; sin ese monstruo que le hacía compañía cada noche.

La niña debió moverse en forma extraña, pues su madre la movió ligeramente para que se despertase.

Abrió los ojos. Cuando despertó, suspiró aliviada. Frente a ella, la tele estaba prendida, y su amigo el dinosaurio todavía estaba ahí.

martes, 3 de febrero de 2009

Usar una bici

Una bicicleta es un aparato que fue creado como medio de transporte y luego como entretenimiento. A primera vista la ves como una unión de tubos de metal. Extraño, ¿cierto?
Tiene dos ruedas delgadas, un poco grandes. Una va adelante de la otra, con un espacio entre ellas, y en este espacio hay un tubo que tiene dos pedales, uno a cada lado, cumplen la función de motor del vehículo.

Arriba de la llanta trasera hay un asiento pequeño, que tiene tiene forma de triángulo curvado en los lados y una punta más bien ovalada.

Encima de la llanta delantera está el volante, que es como un rectángulo de tubos con un manubrio en cada esquina superior. Este volante está conectado con la llanta delantera por otro tubo. Entonces, si tú quieres curvar a un lado o al otro, giras el volante, y con el gira la llanta. Los manubrios tienen una capa de caucho para que resulten más comodos. También hay una palanca en cada uno de ellos, es el freno, que funciona igualmente conectado a la llanta delantera. El asiento y el volante se unen con un tubo horizontal.

Para mover la bicicleta, hay que mover los pedales. Éstos están conectados con una especie de "cadena" a las llantas, y por eso son ellos los que causan el movimiento.


Usar una bicicleta no es complicado, pero sí necesita constancia al principio, sobre todo para controlar el equilibrio. Lo primero que debes hacer es montar la bicicleta, de tal forma que cada pierna quede al lado del pedal.
Antes de salir hay que revisar que los frenos y el volante estén bien. Se puede hacer esto con un pie en el pedal y el otro haciendo de soporte al otro lado.
La clave del asunto es saber lo que debes hacer en el momento en que tu pie abandona el suelo seguro. Lo importante es tratar de controlar lo más rápido posible el equilibrio del vehículo, sin dejar de pedalear, para que éste no pierda velocidad.
Las primeras veces el volante se va a mover sin control de un lado para el otro y, si tienes suerte, podrás poner el pie antes de caerte. Sin embargo, todo esto termina siendo muy divertido, más aún cuando logras mantener el equilibrio de la bici. Ahí, cuando sientes que el viento te roza, aun a pesar de tu poca velocidad, y ves cómo las cosas pasan más rápido que cuando caminas, entonces eso vale la pena.
Para frenar hay que aplastar suavemente el manubrio, a menos que quieras saltar al tubo que une al volante con el asiento, en un brusco movimiento. Las curvas se controlan sólo con la práctica, ahí no te puedo recomendar ningún truco.
Al fin es un experiencia bastante entretenida. Cuando puedes manejar tu bici, te sientes alguien "libre", aunque no puedes ir tan lejos sin protección y permiso de los más grandes.
Ya. Esto es todo lo que te puedo decir, ahora te toca practicar. No, tranquilo, el hecho de que no seas humano no afecta en nada.
Listo, no te olvides...
A la cuenta de tres levantas el pie y pedaleas, ¿Ya?....
uno... dos... tres...
¡ja! ¡Ves, tu primera caída!....

martes, 27 de enero de 2009

Descripciones. 20 palabras

Personaje: Una chica de 19 años. Alta, delgada, con el cabello lacio y muy negro. Estudiante normal de la universidad estatal. Normal, sí, pero muy inteligente y bastante creativa. 
Es sociable. Le gusta mucho interactuar con la gente y tiene una empatía que no todo el mundo posee. Los problemas de los que le rodean la hacen ser crítica y muy racionalista frente a cómo debería ser la sociedad. 
Su grupo de la universidad es grande. Ellos acostumbran salir a pasear por la ciudad los viernes, como si fuera un regla fundamental de vida. Ella no siempre los acompaña, pero de vez en cuando sale, y cuando sale, ve la realidad.
Escenario: El escenario principal es una calle de Quito, iluminada por las luces artificiales de los postes, es de noche. Luego la historia se desenvuelve en un local de baile. Es oscuro y está repleto de gente. Las luces de discoteca aturden durante unos minutos, cuando se entra. Las paredes son rústicas, y en el costado derecho hay una barra de licores con algunas bancas vacías.
Situación: Una noche de salida con los amigos. El detalle está en que ella salió de su casa después de pelear con su madre por una tontería. Decide salir, sin mucho ánimo, intentando distraerse, pero sin dejar a un lado su mal estado de ánimo.
Sentimientos: Enojo: La chica se siente frustrada. No se van las imágenes de la discusión anterior con su madre. Las risas a su alrededor la molestan aún más. 
Intriga: Cuando se da cuenta de que su ambiente no va con lo que ella lleva dentro, empieza a juzgarlo y a criticarlo para sus adentros. Mira a su alrededor, captando solamente rostros despreocupados y alegres, los mira creyendo que son gente que no podría preocuparse por lo que es la vida. 
Ganas de actuar: Surge en ese momento, como en todos los momentos de su vida, la necesidad de que su vida aporte en algo a la sociedad. 
Aburrimiento: El ambiente termina por cansarla y decide que ya no quiere seguir allí. Está desganada, sin ánimo. Se da cuenta de que su estado afecta también a los que la rodean. Opta por dejar de molestar y se va. 
Miedo: La calle es oscura y no está muy bien iluminada. Está lejos de la discoteca y empieza a inquietarse. No le es conocido el sitio al que le llevaron sus pies y eso le hace ponerse nerviosa. Mientras mira detenidamente alrededor, su pulso se acelera y un escosor le recorre la nuca, empieza a sudar, pero es un sudor frío. 
Emoción: Hay una casa antigua que le "recuerda algo que no sabe qué es". La sensación es de familiaridad. No se detiene a observarla, pero su estado de ánimo cambia sin tener una explicación.  

jueves, 22 de enero de 2009

Un Caramelo

Lo primero que veo es una pequeña "bola" de plástico verde y plateada. Su forma es extraña. Es cuadrada en la base y sus dos lados, pero en la parte de arriba se retuerce el plástico, como si el que hizo eso hubiese estado enojado y hubiera arrugado lo primero que tenía en frente.
Lo tomo con la mano y su tacto es igual que la vista, un plástico medio doblado. Al abrirlo, hay un sonido rápido y agudo.
Dentro del empaque hay una pequeña parte de papel blanco transparente, que guarda lo que tanto buscaban mis dedos al abrir el objeto. Un pequeño óvalo verde, grueso, con rayas en la superficie, se ubica frente a mis ojos. Tiene unas cuantas manchas de color más oscuro que le hacen parecido a mi Dálmata.
No percibo mucho el olor. Tal vez sea porque estoy con gripe, pero lo máximo que puedo oler es un ligero perfume cítrico. No más.
Finalmente, lo pruebo. En el momento de sentir el sabor, lo primero que noto es un gusto dulce. El sabor no es tan fuerte como para empalagarme, pero es penetrante en mi boca. Luego, el sabor dulzón se mezcla con uno nuevo, que es cítrico, y eso me resulta más agradable que la sensación anterior. Reconozco en mi memoria este gusto agradable: limón. Este sabor, aunque artificial, logra que, por unos instantes, piense en la fruta agria que tanto me gusta.
El caramelo ocupa toda mi atención en estos momentos. Lo siento áspero en un lado y liso en el otro. La parte áspera me lastima un poco el paladar, sólo un poco.
Cada minuto en que el caramelo está en mi boca va cambiando de forma, haciéndose más delgado, una y otra vez.
Sentir tanto dulce me empalaga, al final me canso. Empiezo a masticar la masa que ya no es dura en mi boca y dos segundos después este óvalo es polvo que se desintegra en mi lengua.
El caramelo ahora es sólo un recuerdo guardado que se me presentará cada vez que vea un óvalo así. Boto la envoltura en el basurero y voy a mi siguiente clase.