martes, 5 de mayo de 2009

Dos extraños. (Judiciales)

Demasiados problemas tenía la familia al saber que el tío había sido capturado por las FARC, como para aceptar fácilmente que la nena tenía una hermana gemela que recién conocía.

Yo sólo atinaba a mirarlos desde lejos, dos personas recién llegadas a un círculo familiar que no estaba acostumbrado a tenerlos como parte de él.  Se notaba su incomodidad: ambos miraban de un lado para el otro, sin saber en dónde enfocar la vista, incómodos por el exceso de atención que los demás les dábamos. No sé si fue consciente o inconscientemente, pero mi madre había colocado las sillas de ambos en el centro de la sala, un cuarto de tamaño normal, pintado de color blanco, con ventanas al lado izquierdo y una puerta negra de metal que en esos momentos estaba abierta, debido al calor que producían veinte personas sentadas muy juntas, más dos que estaban en el centro sin saber que hacer.

La reunión transcurrió lento, y a pesar de que el ambiento bajo el nivel de tensión, los dos extraños no se abrieron para hablar con la familia. El tío parecía cohibido, ya no era el hombre alto y gracioso que yo recordaba, era sólo un señor flaco y ojeroso, que se mantenía callado, mirando a su esposa. La gemela de la nena era idéntica a ella físicamente, pero estaba callada y mirando al vacío, mientras su hermana trataba de sacarla a bailar.

Cuando era tarde lo único que cambió fue que ellos dos empezaron a conversar, y ahí su forma de ser fue otra. Entre ambos conversaban con toda comodidad, como si se llevaran desde antes. Reían, comentaban bajo, y en dos ocasiones los vi con lágrimas en los ojos, sin saber por qué.

Cuando llegó la noche los veinte que estábamos alrededor estábamos de mal humor por no haber conseguido las historias de los invitados. Mientras tanto, el tío y la gemela parecían haber entablado una buena amistad. Yo estaba enojado. La familia tenía muchos líos, y ahora esos líos se habían hecho amigos entre sí, para consolarse el uno a la otra mientras nosotros nos quedábamos sin la portada del diario de mañana.

Me levanté de la lejana silla en la que había permanecido toda la velada y caminé con disgusto hacia la puerta. Al caminar alcancé a oír sólo dos frases que dijeron ellos dos:

- Entonces, mañana seguimos comparando penas y sorpresas- dijo el tío con una sonrisa.

- Si, mañana empiezo yo desde que llegó la periodista a mi casa- dijo la gemela riéndose, despidiéndose con la mano.

Así que eso era, al día siguiente ellos iban a hablar de su vida entre ellos mientras yo tendría que ir con el periodista del diario para contarle que no conseguí la historia. Me fui a mi carro y cerré la puerta con fuerza mientras maldecía por lo bajo. 

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