martes, 5 de mayo de 2009

el verde huele a recuerdos

Lo veo sentado, riéndose con mi hija, extendiendo la mano para sentir cada adorno de la mesa de centro, y no soy capaz de ponerme en sus zapatos.

Nacer ciego. ¿Cómo sería haber nacido ciego?

Yo tenía 16 años cuando se mudó a la casa de junto. Era un niño por completo encantador: Ojos cafés claros como la miel, pequeño, con aire angelical debido a sus rasgos faciales.

Nos hicimos amigos muy rápidamente. Como yo estaba en vacaciones del colegio, pasaba mis días en la casa, jugando o lo que sea. Un día, mientras caminaba por la antigua calle de mi barrio, con mi perro al lado mío, me llamó la atención verlo sentado en el césped de su casa, jugando con una hoja, una pera y una lámina de papel brillante color verde.

Tanteaba todo, olía todo, y siempre con los ojos cerrados. Me acerqué a su puerta, y sin alzar la cara me dijo amablemente que entrara, para jugar con él.

La tarde se pasó muy rápido, sólo recuerdo haber entrado tímidamente para sentarme frente a él, y luego todo fluyó como si nada: conversamos, reímos, jugamos sus juegos, y al final del día tenía un amigo de 8 años que, además, era ciego.

Era una experiencia totalmente nueva. La confianza que nos rodeaba, más la curiosidad insaciable propia de mí, hacían que cada tarde sea una ronda de juegos y preguntas.

Sin embargo, nunca me había asombrado tanto de la condición de Sam como cuando me dio que olía a verde. Estábamos en mi cuarto, jugando con papeles, y yo encontré un papel brillante color verde. En el momento en que yo puse la lámina frente a Sam, él me dijo que el olor había cambiado, que el color del papel que tenía en frente no era blanco, sino verde.

Podía oler colores. Identificaba con el olfato aquellas cualidades que yo sabía eran impresiones visuales. Pasó toda la tarde explicándome como olían los colores: el verde era un olor agrio, él lo describía como un poco picoso y cítrico. El azul era frío, al inhalar un aire azul la nariz se ponía fría. El café era cálido, un poco dulzón, con una textura en el aire que parecía que hubiera una pequeña capa de polvo en el ambiente. Muchas descripciones, muchas frase que describían la gran variedad d colores y de tonalidades que Sam podía percibir con el olfato.

A partir de ese día dejé de sentir pena por su condición. Yo había nacido con el don de ver, de maravillarme con las imágenes que hacen de la vida una obra de arte, pero él, Sam, había nacido con el poder de vivir esto a través de su olfato, y eso podía ser sólo un don, una maravilla frente al modo “natural” de percibir las cosas.


Sí, lo veo sentado, riéndose con mi hija, y no me puedo poner en sus zapatos. Él podía oler colores, y aun cuando hemos pasado juntos nuestra vida, como amigos tan amigos que son como hermanos, y me ha contado tantas veces lo que siente cuando olfatea los colores, sigo tan maravillada como el primer día por haber conocido un don de caricaturas fantásticas en mi propia casa, un don espectacularmente mágico en la rutina de mi vida. 

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